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Inspiración en la naturaleza: arquitectura vitivinícola en Castilla y León

La geografía y la orografía de Castilla y León, en buena parte esculpidas y modeladas por el Duero, dan lugar a un paisaje particular en ocasiones monopolizado por el viñedo y sus construcciones asociadas, bodegas tradicionales y vanguardistas. Este singular paisaje del vino se presenta diferente en cada territorio, enriqueciendo las zonas de influencia en múltiples facetas.

Arquitectura del vino y patrimonio

La vida en torno al vino ha dado lugar a un patrimonio material e inmaterial que supone una impronta que define una cultura propia de los territorios y una idiosincrasia genuina en cada uno de ellos. El cultivo del campo, la generación de alimentos y su conservación han sido la esencia del funcionamiento de los pueblos a lo largo del tiempo: los eventos sociales, culturales e incluso los religiosos se movían en relación a los tiempos de producción del campo, siendo en la zona de influencia del Duero el protagonista el cultivo del viñedo.

En la antigüedad esta arquitectura destinada a la producción del vino y su conservación eran las bodegas tradicionales, llenas de barricas y con espacios de convivencia en su interior. Entornos como los contadores, zonas estratégicas en las que se enumeraban y sumaban los pellejos de vino que se bajaban a la bodega, son hoy día lugares en los que se comparten comidas y cenas entre familia y amigos, conformando un espacio especial levantado en el pasado en el que se viven momentos presentes.

Esta simbiosis entre el mundo del vino con el mundo de la arquitectura existe desde hace tiempo, teniendo en cuenta que el primero se sirve del segundo para su productividad y conservación, pero el segundo, en la actualidad, se sirve del turismo gracias a la relevancia del vino.

Lagares y su importancia en el territorio

Desde la antigüedad, los lagares han actuado como elementos indispensables dentro del proceso de elaboración del vino. Estas construcciones se empleaban para obtener el rendimiento total de la uva, encontrando su origen en el siglo X, pudiendo ser más antiguos, según datan diversos escritos históricos.

Estos lagares, que dan nombre a los lugares en los que estaban instalados, destacan en su uso vitivinícola en la región de Castilla y León donde se emplazaban dentro de bodegas subterráneas o se ubicaban en edificaciones independientes creadas ex profeso para albergarlos, pudiendo existir la cohabitación de estos espacios.

Su efectividad a la hora de obtener el mayor rendimiento de la uva y su fácil puesta en marcha a través de esfuerzo humano o animal, convirtieron el lagar en uno de los elementos imprescindibles en la elaboración de vino.

Testigo de la cultura tradicional y del paso del tiempo, existen municipios que cuentan con un número muy notable de lagares que hoy día se conservan dignamente. Pueblos de El Bierzo o localidades como Moradillo de Roa o Sotillo de la Ribera, enclavadas en la Ribera del Duero, por ejemplo, son zonas que han llamado la atención de investigadores históricos que se han sentido motivados para estudiar su origen y su conservación

Bodegas subterráneas a lo largo del territorio:

En la actualidad el mayor número de las bodegas subterráneas posee un uso privado, aunque buena parte de ellas también funciona como atractivo turístico, en algunos casos como museos o como centro de reunión para eventos sociales. No obstante, hay bodegas en las que se sigue elaborando vino y, gracias a la sostenibilidad en la producción del vino, muchas son las bodegas que están volviendo a estos orígenes.

La bodega subterránea más grande se puede encontrar en la provincia de León, en el municipio de San Adrián del Valle. Con un total de 6.000 metros cuadrados de uso turístico, ha sido lugar de producción de más de 1.280.000 litros de vino a manos de más de 40 trabajadores.

La localidad zamorana de Fermoselle, junto a la frontera portuguesa, cuenta con un entramado de bodegas que supera el millar, un conjunto que busca ser declarado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

En Aranda de Duero y los pueblos de alrededor se encuentra un gran número de bodegas subterráneas que datan del siglo XIV. El entramado de las bodegas subterráneas de Aranda de Duero obtuvo la calificación de Bien de Interés Cultural (BIC) en 2015 con la categoría de «Conjunto Etnológico» para asegurar la protección y conservación de este patrimonio.

Bodegas elaboradoras

Uno de los factores diferenciales de las distintas iniciativas que producen vino en torno al Duero es la filosofía que aplica cada bodega a la hora de elaborar su producto. Los factores intermedios se configuran, así, como una cuestión diferencial a la hora de catalogar cada vino sin poner el foco exclusivamente en el resultado, sino en el camino y los elementos que intervienen en todo el proceso.

A lo largo de la historia se ha buscado el mejor lugar, la orientación ideal, la luz precisa y las dimensiones justas para que el vino sea tal y como se espera al inicio, considerándose un arte para producir sentimientos, del mismo modo que ocurre con la arquitectura.

TRADICIÓN LLEGADA A NUESTROS DÍAS

Las bodegas subterráneas tradicionales forman parte de la historia y cultura de Castilla y León por su vinculación al vino y a la idiosincrasia de la región, de forma que una no puede entenderse sin la otra.

Estas construcciones se localizan en las zonas residenciales o en barrios generados expresamente por la construcción de estas bodegas, priorizando en la búsqueda de parámetros favorables para la elaboración y descanso del vino. Además de la conservación del vino, han sido espacios en los que se ha desarrollado un intensa actividad social y familiar.

ARQUITECTURA DE VANGUARDIA

El cambio en las tendencias culturales y artísticas trae consigo su plasmación en las diferentes manifestaciones arquitectónicas. Con el cambio en la apariencia de las bodegas y su industrialización, el diseño se convierte en una forma de arte en la que invertir a la hora de renovar y modernizar las instalaciones, no solo en los mecanismos de elaboración, sino en la propia estructura del edificio, siempre y cuando las fases elaborativas del vino no se vean afectadas con esta innovación.

Bodegas Portia (Gumiel de Izán) firmada por Norman Foster, Bodegas Protos (Peñafiel) obra de Richard Rogers o Valdemonjas (Quintanilla de Arriba) de la mano de Ana Agag y Silvia Pardes son ejemplos de que las edificaciones vanguardistas casan a la perfección con el mundo vitivinícola más tradicional y se convierten en todo un monumento dedicado al vino.